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Nueva York azotado por el crack del 29. Una joven pegada a su eterna Leica, se pasea por las calles del alboroto. La vida de familias, vecinos y amigos plasmada en blanco y negro. Fuente del Street Photography. Icono de una fotografía sociológica. Hoy, en Mujerarte, hablamos de Helen Levitt.



Helen Levitt nace un caluroso 31 de Agosto de 1913, en Brooklyn.
Deja la escuela antes de graduarse. Y se marcha al Bronx, donde trabaja para un fotógrafo comercial. Aquí, se establece su primer contacto con las técnicas fotográficas.
Los felices años 20 dan lugar a la América deprimida de 1930. Surge, entonces, una corriente de fotografía documental que actúa como foco y crítica social, que culmina en la Photo League of New York. Levitt, haciendo un alarde autodidacta, participa en ella.


Pero poco después, conoce al apasionado de la imagen Cartier Bresson que, junto a Walker Evans, le hacen replantearse la fotografía como algo más allá del género documental.
Así, su carrera artística comienza con una Leica 35mm, en el marco que mejor conoce: los barrios más pobres de Nueva York.



Y es que Levitt se aleja de los rascacielos y el skyline. Enfoca su Leica sobre la mirada suave de los juegos infantiles, sus graffitis, las conversaciones de amas de casa y la actitud de los ancianos codiciosos de recoger la energía de la calle. Dispara su flash cuando encuentra sonrisas sinceras, bailes callejeros y gestos espontáneos de caras torcidas. 



Levitt nos enseña a tres niños burlones, ataviados con máscaras toscas de cuero, pidiendo golosinas en Halloween. También nos muestra el carácter protector de una chica sentada en una silla, mientras su hermano pequeño llora tiernamente en sus brazos.






Son estampas urbanas, llenas de lirismo, fuera de los convencionalismos de su época. Retratan, sobre todo, a niños de las clases más bajas. Pero no hay tristeza, ni crítica social, sino inocencia. Nos muestra a niños felices, jugando. Nos enseña la cara amable de estos barrios.
El trabajo de Helen Levitt es un singular punto de encuentro. Por un lado, la poética surrealista del instante cotidiano en la ciudad que nunca duerme. Por otro,  el documental social de la cultura popular norteamericana.



En 1941, viaja a México, como única salida del espacio de La Gran Manzana en su encuadre fotográfico. Allí vuelve a centrar la imagen en los niños, pero también nos regala otros momentos, como hombres bebiendo pulque en una cantina local.

En la década de los 50 se siente tentada por el cine, tras conocer al irresistible Luis Buñuel. Finalmente, en los 70, vuelve a fotografiar los barrios obreros de Nueva York. Pero, esta vez, en color. Las imágenes muestran los cambios en la cultura de la calle de la ciudad. Así como la evolución de la mirada de la artista.




Continúa trabajando en su querida Gran Manzana hasta 2009, fecha en la que muere. Según Jorge Ribalta: su trabajo era un estudio del comportamiento público de la gente corriente.
Capturaba los gestos de la gente, el lenguaje de la calle. Sus imágenes representaban un mundo de signos, la escritura social inscrita en los movimientos del cuerpo.




Helen Levitt nos deja un rico testimonio sobre el paso rutinario y el marcado distanciamiento, incluso a pie de calle, entre las clases sociales de finales de siglo. Siempre con una mirada desde abajo. Siempre desde Nueva York. 


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