Lo más leído
-
Nueva York azotado por el crack del 29. Una joven pegada a su eterna Leica, se pasea por las calles del alboroto. La vida de familias, veci...
-
Paseamos por las inmensas calles de una gran ciudad. De pronto, una frase nos asalta: en una camiseta o proyectada en el muro de un edific...
-
El programa de hoy resulta de especial interés para nosotras. Ahora entenderéis mejor el nombre de Humo Violeta. Un 8 de Marzo de 1908, 1...
-
¿Conocéis a muchas artistas? No lo creo. ¿A qué se debe esto? ¿Es que la mujer no es capaz de expresarse artísticamente? Es evidente que ...
-
Queremos presentaros a una extraordinaria pintora del Barroco italiano. Sus cuadros destacan por los rasgos bellos y enérgicos de personaje...
-
Violeteros y violeteras y bienvenidos a ''la cosa está así''. Hoy el país que nos ocupa es FINLANDIA!. Finlandia, es un...
-
Esta semana, “La cosa está así” hace las maletas rumbo a la India . Septimo país más extenso del globo y el segundo más poblado, la India e...
Etiquetas
La cosa está así
(8)
Programas completos
(6)
escuchanos
(6)
Arte
(5)
Alza la voz contra el machismo
(1)
Conceptos
(1)
Humo Violeta
Con la tecnología de Blogger.
Nueva York azotado por el crack
del 29. Una joven pegada a su eterna Leica, se pasea por las calles del
alboroto. La vida de familias, vecinos y amigos plasmada en blanco y negro. Fuente
del Street Photography. Icono de una
fotografía sociológica. Hoy, en Mujerarte,
hablamos de Helen Levitt.
Helen Levitt nace un
caluroso 31 de Agosto de 1913, en Brooklyn.
Deja la escuela antes de
graduarse. Y se marcha al Bronx, donde trabaja para un fotógrafo comercial.
Aquí, se establece su primer contacto con las técnicas fotográficas.
Los felices años 20 dan
lugar a la América
deprimida de 1930. Surge, entonces, una corriente de fotografía documental que
actúa como foco y crítica social, que culmina en la Photo League of New York. Levitt,
haciendo un alarde autodidacta, participa en ella.
Pero poco después, conoce al
apasionado de la imagen Cartier Bresson que, junto a Walker Evans, le hacen
replantearse la fotografía como algo más allá del género documental.
Así, su carrera artística
comienza con una Leica 35mm, en el marco que mejor conoce: los barrios más
pobres de Nueva York.
Y es que Levitt se aleja de
los rascacielos y el skyline. Enfoca su Leica sobre la mirada suave de los juegos infantiles, sus graffitis, las conversaciones
de amas de casa y la actitud de los ancianos codiciosos de recoger la energía
de la calle. Dispara su flash cuando encuentra sonrisas sinceras, bailes callejeros y gestos espontáneos de caras torcidas.
Levitt nos enseña a tres niños burlones, ataviados con máscaras toscas de cuero, pidiendo golosinas en Halloween. También nos muestra el carácter protector de una chica sentada en una silla, mientras su hermano pequeño llora tiernamente en sus brazos.
Son
estampas urbanas, llenas de lirismo, fuera de los convencionalismos de su
época. Retratan, sobre todo, a niños de las clases más bajas. Pero no hay
tristeza, ni crítica social, sino inocencia. Nos muestra a niños felices,
jugando. Nos enseña la cara amable de estos barrios.
El trabajo
de Helen Levitt es un singular punto de encuentro. Por un lado, la poética
surrealista del instante cotidiano en la ciudad que nunca duerme. Por
otro, el documental social de la cultura
popular norteamericana.
En 1941,
viaja a México, como única salida del espacio de La Gran Manzana en su encuadre
fotográfico. Allí vuelve a centrar la imagen en los niños, pero también nos
regala otros momentos, como hombres bebiendo pulque en una cantina local.
En la
década de los 50 se siente tentada por el cine, tras conocer al irresistible
Luis Buñuel. Finalmente, en los 70, vuelve a fotografiar los barrios obreros de
Nueva York. Pero, esta vez, en color. Las imágenes muestran los cambios en la
cultura de la calle de la ciudad. Así como la evolución de la mirada de la
artista.
Continúa
trabajando en su querida Gran Manzana hasta 2009, fecha en la que muere. Según
Jorge Ribalta: su trabajo era un estudio del comportamiento público de la gente corriente.
Capturaba los gestos de la gente, el lenguaje de la calle. Sus imágenes representaban un mundo de signos, la escritura social inscrita en los movimientos del cuerpo.
Helen
Levitt nos deja un rico testimonio sobre el paso rutinario y el marcado distanciamiento, incluso a pie de calle, entre las clases sociales de finales de siglo. Siempre con una mirada desde abajo. Siempre desde Nueva York.
Suscribirse a:
Entradas
(
Atom
)