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Bienvenidos a "la cosa está así", esta semana hemos viajado más de 8000 km para contaros la situación en China.
Bien conocido por todos como el gigante que es, China es el país más poblado del mundo, con mil trescientos millones de habitantes y está constituido políticamente como una república popular (es decir, bajo un régimen comunista)
Económicamente, en la actualidad China está considerada la segunda potencia mundial, englobada entre las potencias emergentes del BRIC esto se debe a su alta productividad dada su mano de obra barata, las mejoras en las infraestructuras y las políticas gubernamentales favorables al desarrollo industrial.
La doble cara del desarrollo está más que patente en un país donde la industrialización tiene un elevado coste humano. Muchas horas de trabajo escasamente o no remuneradas, la ausencia de prestaciones sociales para este tipo de trabajadores y las dificultades de los hijos de estos para acceder a una educación digna, anulan la efectividad de este supuesto progreso.
Además, la tasa de pobreza en el país asiático es muy elevada, siendo en este país alrededor de  150 millones las personas pobres sobre todo en las zonas rurales, donde el desarrollo casi ni se ha sentido.
Más que evidente la carencia en cuanto a derechos humanos, el caso de la mujer no iba a ser menos.
Numerosas han sido las noticias que han llegado a occidente alusivas al papel de víctima que sufre la mujer china dentro de una estructura machista. Si la alta densidad de población hace que culturalmente se llegue a menospreciar la vida, la de la mujer es aún si cabe, menos valiosa.
La cultura China es históricamente machista, el nacimiento de un varón se aprecia como un regalo de los dioses, mientras que las féminas, se ven sometidas a numerosos maltratos desde su alumbramiento (un ejemplo de ello son los vendajes en los pies como estandarte de supuesta feminidad y para inutilizar a las mujeres en caso de necesidad de una supuesta huida)
La discriminación comienza antes del nacimiento; dada la ley que establece un máximo de un hijo por pareja, estos prefieren a los niños que a las niñas. A los datos nos remitimos; 125niños por cada 100 niñas (invirtiéndose así la tendencia natural)
Desde el año 1971, cuando entró en vigor esta política de planificación familiar, practicas como el aborto selectivo o la ocultación del embarazo y posterior asesinato o abandono de las recién nacidas son técnicas más que cotidianas. En reacción a esto el gobierno puso a funcionar en el año 1992 medidas como la recompensa económica a familias con dos niñas o la prohibición de pruebas para determinar el sexo del bebé durante el embarazo.
Estas medidas no han sido tomadas por la toma de conciencia de las barbaridades que se comenten con estas pequeñas, si no porque la población envejece a pasos agigantados y en unos años la situación económica va a ser insostenible. En definitiva, como no hay mujeres los hombres no se pueden casar y tampoco procrear. (Al hilo de esto la ONU denunció en 2013 el aumento de tráfico de mujeres del sudeste asiático para contraer matrimonio con hombres chinos)
Además de esto, la mujer es maltratada a nivel psicológico, físico y sexual sin ningún reparo. En China hablar sobre la violencia de género es tabú, esto ha dificultado tanto el legislar al respecto que hasta el año 2011 no se promulgó la primera ley contra la violencia de género.
En esta cultura los hombres gozan de un estatus superior, y pueden disponer de sus mujeres como quieran, las cifras son terribles; un 62% de mujeres habitantes de las zonas rurales sufre violencia en el ámbito doméstico.
Como advierte la feminista Wang Xingjuan, el problema radica en la socialización, los niños crecen viendo a sus padres pegar a sus madres, y esto, es lo que según ella hay que erradicar.
Así las niñas crecen oyendo comentarios despectivos sobre su género y capacidades llegando a interiorizar esto y viendo su futuro abocado a un matrimonio concertado plagado de infelicidad. En China cada cuatro minutos una mujer se quita la vida.

Como siempre en estos casos la precariedad, la vulnerabilidad y la mercantilización recaen sobre el mismo género. Es difícil cambiar los pilares de una cultura tan ancestral, pero cuando China comprenda que el ser humano es algo más que un mero instrumento productivo, paralelamente es probable que la situación de la mujer mejore un poco. 

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